Laos hasta nuestro viaje recorriendo algunas provincias del norte, solo representaba el nombre de un remoto país situado en el sureste asiático, cerrado para los ciudadanos occidentales hasta hace bien poco.
A lo largo de su historia este país ha estado rodeado permanentemente de potencias, de las que ha tomado elementos que han contribuido en gran medida a configurar su cultura y carácter de sus gentes. Sin que el mar toque sus tierras, la línea de sus límites son:
China y Myanmar al norte;
Viet Nam hace frontera por el este del país;
Al sur con Camboya y todo el oeste con Tailandia.
Comentarios que sacaba de aquí y allá y apuntaba en mi cuaderno nos fueron animando:
EL VIETNAMITA SIEMBRA EL ARROZ
EL CAMBOYANO LO VE CRECER
EL LAOSIANO LO OYE CRECER
O el lema del país, “NO TE PREOCUPES, SE FELIZ” según escribía una de las guías de viaje.
La oportunidad de poder descubrir las numerosas etnias que lo pueblan,
y ser el país de Asia con el entorno natural mejor conservado.
También, muy importante, no estar todavía muy masificado por el turismo.
Nos decidimos visitar el país empezando por el norte, con la idea de ir descendiendo hacia el sur hasta donde los días y las circunstancias dieran de si, con una ruta de viaje marcada, algo imprescindible, aunque abierta y flexible según las circunstancias que nos fuéramos encontrando en nuestro camino.
Volamos desde la península hacia Bangkok vía Paris. A la llegada unas horas de espera en el aeropuerto y embarcaríamos en el vuelo que nos llevaría rumbo a CHANG RAI, turística ciudad del norte de Tailandia.
A pesar de estar agotados por el viaje sin tregua desde España, en la conversación mantenida con el amable taxista que nos acercaba desde el aeropuerto de Chang Rai al hotel, le pregunte medio en broma al taxista si había algo interesante que hacer esa noche en la ciudad.
Su respuesta a mi pregunta fue contundente, “Por supuesto, es el festival de LOIKATONG”. “Es atractivo y divertido para los turistas”, espetó el taxista.
El festival se desarrollaba en el entorno del río Mekong a su paso por Tailandia poco antes de abandonar el país camino de Laos. El festival se asemejaba a nuestras verbenas,
con chiringuitos improvisados donde comer y beber. Vimos pocos turistas y la gente eran simpáticos. El entretenimiento a parte de comer y beber, consistía en acercarse al río donde adquirían centros florales con incienso y velas que flotaban. Los depositaban en el agua dejando que la corriente los arrastrara, pidiendo deseos y soltando alguna oración. Las tranquilas aguas del río destellaban luminosas reflejando las luces de un continuo despegue de faroles fabricados de papel, lanzados al aire sin pausa por las personas junto al rio. Subían rápidamente por el propio aire caliente producido al arder la mecha colocada en su interior. El cielo se llenaba de multitud de puntos de luz que se perdían en la lejanía.
Desayunamos descansados iniciando camino para abandonar Tailandia rumbo a Laos, país destino de nuestras vacaciones de un mes, noviembre del año 2014.El pequeño autobús en el que viajábamos hacia la frontera era como de un cuento infantil:
Antiguo, pero completamente reformado o tuneado de manera artesanal. Se diría recién sacado de matricular. Pequeño, redondito por fuera y pintado de un brillante rosa arropía con detalles en blanco, parecía una tarta de merengue de las que compramos para festejar cualquier celebración.
Su interior totalmente reconstruido esmeradamente con chapados de madera pintados en color blanco y asientos forrados con scays de color rojo vivo, combinaban a la perfección creando una identidad y personalidad propios. El suelo del pasillo a base de listones desgastados de madera se diría de lo poco que se conservó en su cuidada restauración. Ocupado en gran parte por sacos de arroz, cajas de cartón de las que salían sonidos de aves y mercancías varias. Al fondo se apilaban algunas sillas de plástico para hacer uso en caso que faltaran asientos para todos. El calor sofocante se combatía de manera sencilla con una ristra de pequeños ventiladores dispuestos en línea, colgados del techo del pasillo.
La banda sonora de esta tartita de merengue, el chucu-chu, chucu-chu de su motor, sonaba bien redondo y me hacía recordar el sonido de los motores de los viejos barcos pesqueros.
Viajar en este tipo de autobús en este país no tiene nada que ver con lo que estamos acostumbrados. En la ruta los clientes, la chica encargada de los tickets y del equipaje de los viajeros y el chofer, democráticamente opinaban sobre el chiringuito de frutas más convenientes donde adquirir las bananas, o el establecimiento donde hacer una parada de descanso, apostados aquí o allá en las cunetas. En el recorrido las paradas eran constantes para recoger o dejar a los pasajeros en cualquier lugar señalado por ellos.
Introducidos en territorio lao, cambiamos de autobús para dirigirnos a nuestro primer destino en tierras laosianas:
El espacio natural protegido de NAM HA (rio HA).
Antes, los trámites burocráticos de la frontera, en el paso fronterizo de CHANG KHONG, junto a HUAY XAI, al noroeste en territorio de Laos.
En estos primeros días de viaje, tuvimos tiempo de apreciar el abuso consentido con las tarifas de los conductores de tuc-tuc sobre todo con los FALANG (nombre con el que denominan los habitantes del país a los turistas), calificado por algunas personas laosianas como de mafia.
Ojo también con algunos trayectos extras no calificado por las estaciones de autobuses o empresas expendedoras de billetes (conviene sacarlos con antelación y siempre sin intermediarios que cobran comisiones) como “LOCO BUS” (bus local, trayecto con horario marcado). Los trayectos extras ejecutados por compañías de bus, taxi o tuc-tuc privados, establecen las tarifas que les vienen en gana, a veces con precios desorbitados. Es frecuente que el estresado y confundido falang que suele viajar con los días contados para ver muchas cosas, llegue a la ventanilla y sin preguntar más saque su cartera y pague lo que le pidan.
Y este detalle, empresarios sin escrúpulos lo saben manejar y se aprovechan.
Nos pareció un punto discordante que encontramos en el viaje por este país.
LUANG NAM THA, es la población más importante de la provincia .Esta en plena zona protegida. Va ganando adeptos, haciéndose muy popular entre los visitantes extranjeros.
El lugar fue arrasado durante la guerra de indochina por las bombas norteamericanas. Tras esta, se ha construido una nueva zona estructurada por una calle principal al pie de carretera, donde se encuentran hoteles, restaurantes, agencias de viaje y locales donde alquilar una moto o bicicleta para lanzarse a la aventura.
Si buscamos algo más auténtico y tranquilo para dormir o comer, alejados del cosmopolitismo
de la parte nueva, podemos andar unos minutos hacia la zona antigua. Cuenta con una eficaz oficina de turismo.
Tuvimos la ocasión de gozar de uno de los hotelitos inolvidables del viaje. Un romántico rincón apartado, con casitas independientes de bambú rodeadas de jardín bien cuidado.
Las habitaciones contaban con un pequeño porche con mesita, dos sillas y hamaca al pie de un lago. Un lugar para olvidarte por un tiempo del mundo, coger fuerzas y reponerse. Es fácil llegar y encontrar. Se situaba en los alrededores del mercado diurno.
Para cenar nuestro lugar preferido era el NIGHT MARKET. En la calle principal, una puerta en el muro exterior daba paso a un amplio patio de suelo de cemento con mesas y sillas de obra.
El perímetro del patio lo ocupaba establecimientos donde se ofertaban principalmente comida local. La boca se me ensaliva recordando el exquisito pato asado y la ensalada de papaya verde preparada con tanto amor ante tus ojos.
Recién llegados a Luang Nam Tha, todavía algo despistados sin decidir qué hacer, nos acercamos en moto a conocer VIENG PHUCA, pequeña población situado a 60km y visitar su cueva cercana. La entrada de 1 o 2 € son la tasa a pagar habitual en este tipo de visitas, más otro € para la imprescindible linterna. La cueva era interesante como cualquier otra manifestación natural. Solo merece la visita si no tienes un plan mejor.
El asfalto de la carretera a Vieng Phuca estaba en buenas condiciones. Construida hace pocos años por el régimen chino, son considerados por el gobierno de Laos “auténticos benefactores”. La carretera placentera, transcurría entre montañas densamente cubiertas por la vegetación, salvo extensos parches despoblados donde la tierra quedaba al descubierto. Heridas sangrantes en el paisaje, en plena zona natural y protegida a la vista de todos.
Al parecer los benefactores chinos, al ejecutar las imprescindibles obras de infraestructuras tan necesarias para el desarrollo de la región, desbrozan los márgenes de las futuras vías. Se les va la mano con el desbroce talando zonas enteras de selva primaria, donde abundan árboles de maderas nobles de crecimiento lento que necesitan decenas de años para desarrollarse, materia prima muy cotizada para satisfacer las necesidades de los mercados occidentales. Actualmente siguen produciendo grandes daños en él medio ambiente, sustituyendo hectáreas boscosas de alto valor ecológico, incluso en zonas protegidas, por nuevos monocultivos de árboles de caucho para la fabricación de neumáticos y plantaciones de cañas de azúcar y otros cultivos, que provocan arrastres de tierra vegetal y empobrecen la biodiversidad natural.
Atemorizan los futuros planes hidrológicos del gobierno laosiano para la creación de centrales hidroeléctricas para la fabricación de energía, afectando sin miramientos ecológicos las cuencas fluviales que sufrirán una gran transformación.














